En cambio, saboreaba u olía la acritud de los platos y tazas de estaño reservados para tomar el té en ceremonias que me aburrían. En cambio, contemplaba con aversión los vestidos nuevos que requerían de un odiado baño en una bañera de zinc galvanizado antes de que te los pusieras. El zinc resbalaba, no había tiempo para jugar ni para remojarse porque el agua se enfriaba muy deprisa; no había tiempo para disfrutar de la propia desnudez, únicamente lo había para hacer que entre tus piernas bajaran cascadas de agua jabonosa. Después, las toallas rasposas y la molesta y humillante ausencia de suciedad. La irritante y nada imaginativa limpieza. Adiós a las señales de tienta en piernas y cara, a todas mis creaciones y acumulaciones del día que había transcurrido, sustituidas por la carne de gallina.

Toni Morrison, _Ojos azules_ Plaza y Janés, Barcelona, 2001.

0 comentarios: