Debo ser positivo mientras lloro. No quiero cocerme en mis frustraciones. Pero no, mientras lloro no puedo pensar bien ni mal. Las lágrimas todo lo echan abajo y no es cuestión de pensar, es cosa de sentir para no estropear el llanto. Me dejo llevar por las lágrimas y la música. Hasta los surcos de agua salada que se desliza por la cara se mueven al ritmo de los violines, como debe ser. Para eso se creó también la música, como un vehículo que surca el río de nuestras desgracias.

Jesús Ruiz Mantilla. _Gordo_. RBA, Barcelona, 2005.