-Pero quiero hacer el amor contigo. No sólo tener sexo.
-¿Y eso qué implica?
-Comunicación. Intensidad. No sé.
Mi corazón se encoge. Entre las ventajas de haber cunmplido los cuarenta, para mí, se incluyen: no tener que cambiar pañales, no tener que ir a sitios donde la gente baila y no tener que ser intensa con la persona con quien vivo.
-Por favor, inténtalo a mi manera -dice David lastimeramente.
Así que lo hago. Le miro a los ojos, le beso como él quiere que le bese, nos demoramos largo rato en cada cosa y, finalmente (sin que yo llegue al orgasmo, por cierto), me quedo tendida sobre su pecho mientras él me acaricia el pelo. Le he hecho, sí, y casi como él dice, pero no le veo la gracia.

(...)

Las oleadas de amor son..., no son para nosotros. Son para los crédulos, para los incautos, para los simples, para le gente cuyo cerebro se le ha ido pudriendo como la dentadura por las drogas blandas, para la gente que lee a Tolkien y a Erich von Däniken cuando ya tiene edad para conducir un coche... Admitámoslo, para gente que no es licenciada en Letras o Ciencias.

Nick Hornby. _Cómo ser buenos_. Anagrama. Barcelona, 2004.

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