Muchos antes de conocerla y muchos sueños antes de dirigirle la palabra, contemplé conmovido una de esas escenas que permanecen para siempre en los archivos mágicos de la memoria: un matador español -Miguel o Gabriel Márquez- caminó lentamente hacia la barrera y le brindó engallado la muerte del primer toro. Y mientras los viejos aficionados de Acho aplaudían orgullosos intentando recordar desde cuándo no le brindaban un toro a una señorita limeña, mis ojos se precipitaron sobre Ninotchka y su vestido rojo. Rojo como un incendio secreto. Rojo como el capote de aquel torero en cuyos brazos imaginé a Ninotchka, desfallecida como Matilde Urbach.


Fernando Iwasaki. _Libro del mal amor_. RBA, Barcelona, 2001.

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