A guisa de stefana, mis abuelos llevaban coronas de cuerda entretejida. En el mar no había flores de modo que el kubari, un tal Pelos que hacía las veces de padrino, quitaba la corona de cáñamo al rey y se la ponía a la reina, se la quitaba a la reina y se la ponía al rey para luego volverlas a cambiar.
El novio y la novia ejecutaron la danza de Isaías. Juntas las caderas, cogidos de la mano con los brazos entrelazados, Desdémona y Lefty giraron en torno al capitán, una vez, dos veces, y luego otra, hilando juntos el capullo de la vida. Ninguna linearidad patriarcal en esa ceremonia. Los griegos nos casamos en círculo, para que se nos queden grabados los elementos esenciales del matrimonio: para ser feliz hay que encontrar variedad en la repetición; para avanzar hay que volver a donde se ha empezado.
Ahora bien, en el caso de mis abuelos, se trazó un triple círculo: cuando pasearon por cubierta la primera vez, Lefty y Desdémona seguían siendo hermanos. La segunda vez, eran novios. Y la tercera, marido y mujer.

Jeffrey Eugenides. _Middlesex_. Ed. Anagrama, Barcelona, 2003.

0 comentarios: